Agua

Carlitos, de siete años, jugaba con Fede, su hermanito menor, que apenas comenzaba a hablar. Largaban un barco de papel a la corriente de agua servida que corría junto al cordón y ellos lo perseguían, de cerca, por la vereda, para alentarlo a navegar.
Tras un larga corrida, Fede se sintió agotado y dijo que tenía sed. Pero cuando amagó a tomar el mismo agua por la que viajaba el barco, Carlitos le advirtió que no tomara de ahí.
-El agua está podrida-.
-Podrida de qué?- preguntó Fede
-De la gente - le aclaró el hermano mayor.