Inundados

El 29 de abril de 2003, el río Salado que baña la ciudad de Santa Fe se desbordó abruptamente y sepultó bajo el agua a numerosos barrios marginales de la capital provincial. La catástrofe afectó a más de 100.000 personas. Incontables familias debieron huir precipitadamente de sus casas y perdieron todo de la noche a la mañana. Fue uno de los mayores desastres de la historia argentina, cien veces multiplicado por la siniestra necedad de unos pocos, oscuro rincón por donde brota la tragedia de todos.
La crecida de las aguas estaba prevista desde hacía varios años, y por esa razón se había realizado el proyecto de obras de defensa. Durante la década de 1990 se construyeron murallas de contención, pero uno de los tramos quedó inconcluso y por allí ingresó el agua como un torrente implacable que se llevó todo. Y las mismas murallas construidas para defender, impidieron luego la salida del agua. Después de la vigorosa crecida, quedó más inundada la ciudad que el propio valle del río. Los mismos muros construidos para frenar el agua debieron ser volados con explosivos para permitir el desagote del casco urbano.


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Estas cruces son cruces de la memoria, que se levantan en la plaza de la ciudad frente a la casa de Gobierno para recordarle al poder los muertos de aquellos días.


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