Historia

Estos textos son extractos de un reportaje que nos realizó Francesc Sánchez, desde El Inconformista Digital


Francesc: En el mes de octubre de 2005 emprendéis un viaje por el interior de Argentina.

En ese entonces partimos de nuestra ciudad con la idea de recorrer el continente. Habíamos hecho viajes similares en años anteriores, generalmente por la región andina, que es la zona de las sierras bolivianas, peruanas y ecuatorianas. No teníamos en mente un proyecto concreto, pero planeábamos llegar a México viajando muy lentamente. Salimos en dirección sur, porque no queríamos abandonar la Argentina por tiempo indeterminado sin antes conocer nuestros territorios más australes. Fue así que recorrimos casi toda la Patagonia durante seis meses, con algunos eventuales cruces a Chile. Avanzamos por la parte cordillerana y una vez que llegamos a Ushuaia —la ciudad más meridional del mundo— regresamos por la ruta del litoral marítimo, bordeando las inhóspitas costas del océano Atlántico. En esta parte del viaje nos encontramos con un país en venta, con una república que está siendo rematada al capital extranjero, como una nefasta continuidad del modelo de los ’90. La tierra, el agua, el subsuelo con todo el oro y el petróleo son entregados al mejor postor sin tener en cuenta las consecuencias ni las necesidades de los habitantes del lugar. Ante esta situación, la gente se organiza de distintos modos. En todo el corredor andino numerosas familias ocupan tierras; en Esquel —caso ejemplar— la ciudad entera se alzó para detener un emprendimiento minero multimillonario; en varias provincias los mapuches luchan desde hace décadas por la reivindicación de sus tierras y su cultura. También hay radios autónomas y publicaciones populares que intentan generar conciencia en la población mediante la difusión de estas problemáticas.
Lo que sucede en la Patagonia no suele ser noticia en los grandes centros urbanos, pero si uno recorre el sur en toda su profundidad, verá que se trata de una tierra en ebullición. Fue en ese entonces que decidimos testimoniar las injusticias que veíamos y dar cuenta del modo en que la gente se organizaba para resistirlas. Allá en el sur comenzó a tomar cuerpo lo que más tarde sería Latitud Barrilete. Fue en ese momento y no en otro cuando nos sentimos preparados para elaborar un material crítico y profundo. La experiencia que nos dieron los viajes anteriores, el criterio y la visión que adquirimos en nuestro paso por la universidad, sumada a nuestras inquietudes, percepciones e intereses, convergieron en ese momento para dar forma a este proyecto documental que hoy se difunde, aunque muy lentamente, en gran parte del mundo hispano.

Después de viajar por el sur recorrimos Uruguay, donde percibimos principalmente la visión que tienen nuestros vecinos acerca de la instauración en su país de unas plantas multinacionales de celulosa que descargarían sus desechos sobre el río que separa ambas naciones. Las papeleras son enérgicamente rechazadas en Argentina, pero son ampliamente apoyadas en Uruguay. Para frenar el proyecto, los argentinos se organizaron en asambleas y cortaron los puentes que unen los dos países, desatando un conflicto internacional que llegó a la Corte de La Haya.
Luego de Uruguay viajamos por la parte central de Argentina, que incluye la región pampeana, el litoral fluvial y las sierras centrales. En el norte de la provincia de Buenos se encuentra el cordón industrial más importante del país y hay graves problemas de contaminación, aunque todavía se trata de un problema bastante silenciado. En Rosario —uno de los principales centros urbanos del país— nos encontramos con una ciudad muy activa, con múltiples emprendimientos populares, algunos de los cuales están apoyados por la municipalidad, como los proyectos de huertas urbanas y economía solidaria. En el Litoral convivimos con los pescadores y los isleros del río Paraná. Nos deslumbramos con su modo de vida y sus conocimientos, sus historias y su manera de ver las cosas.
En Córdoba nos contactamos principalmente con la gente del Movimiento Campesino. Estuvimos en el norte y en el oeste, donde resisten desalojos, defienden la producción y la vida del campesinado ante el avance del cultivo sojero latifundista y empresarial, consistente en un proyecto de ruralidad sin campesinos
En la ciudad de Córdoba, otro de los principales aglomerados urbanos argentinos, se encuentra el movimiento cartonero más sólido del país. Se trata de personas que recorren las calles con carros y recolectan cartones para venderlos a los centros de reciclado. Luego de la crisis, esta actividad representó un modo de supervivencia para gran cantidad de desocupados.

Si consideras que todo esto nos ha llevado más de un año, quizás nos preguntes si no nos parece un viaje un tanto lento. Y nosotros te diremos que sí lo es, porque nuestra intención es entender los sitios que atravesamos, aprender a pensarlos y a percibirlos desde la realidad de la propia gente, en toda su magnitud y complejidad, con todas sus problemáticas y contradicciones. Además, aunque nosotros mismos vivamos acá, Argentina es un país difícil de concebir. Es el octavo del mundo por su extensión, su población es muy heterogénea, y sus regiones son muy diversas y contrastantes.

Durante los próximos meses continuaremos en dirección norte, aunque decir esto es bastante relativo porque generalmente no llevamos una dirección coherente a los puntos cardinales. En ocasiones avanzamos haciendo eses en el mapa, como los borrachos cuando caminan.


Francesc: A lo largo de estos años, durante los viajes anteriores ¿qué lugares habéis visitado?

Hace aproximadamente diez años que venimos descubriendo América, caminando sus rincones, conversando con su historia y con su gente, en un intento por obtener una mirada propia y conocer a los protagonistas de los hechos que no son noticia para este sistema que fabrica soledad y miedo. Hemos viajado principalmente por Sudamérica, y más específicamente, por el Cono Sur (Argentina, Chile, Uruguay) y la región andina (Bolivia, Perú, Ecuador). También estuvimos en Colombia, y Venezuela y Brasil. No podríamos especificar una ruta concreta. Hemos ido y vuelto varias veces, pero siempre teniendo a Buenos aires como una base que nos permitía trabajar, estudiar o difundir lo que hacemos.


Francesc: ¿Qué es lo que os llevó a emprender estos viajes?

Nuestro viaje actual es el resultado de muchos otros. Es una historia larga. Desde que éramos adolescentes, no hemos podido amoldarnos ni integrarnos a la rigidez de ningún tipo de ámbito institucional o académico. Estudiamos carreras universitarias y hemos realizado trabajos de oficina para distintas empresas, pero el conservadurismo existente en esos sitios, sumado al agobio de la rutina y la burocracia, nos han empujado a buscar otros horizontes. Entonces, cada vez que lográbamos ahorrar algo de dinero, salíamos a recorrer el país y el continente en largos trayectos que duraban varios meses, buscando algo que ni siquiera nosotros sabíamos bien qué era, pero que seguramente se trataba de estar más cerca de gente menos acartonada, y vivir otros escenarios más parecidos a la realidad, vivir en definitiva experiencias distintas a las que vivíamos en Buenos Aires.
En un principio se trató de viajes amorfos, imprecisos, en los que no alcanzábamos a asimilar las cosas que nos sucedían, porque la realidad latinoamericana nos resultaba tan compleja que nos superaba. Pero a medida que fuimos conociendo la trama de nuestras sociedades, la historia y la cultura de nuestra tierra, fuimos prolongando los viajes en tiempo y distancia. Hasta que nos animamos a dar un salto definitivo: entre 2001 y 2002 realizamos una gran vuelta sudamericana que duró un año y medio. Y esa fue una experiencia decisiva que nos transformó para siempre: fue en ese entonces que comenzamos a recoger material que nos gustaba y nos estimulaba a difundir lo que nosotros mismos percibíamos. Además, en medio de este viaje, cuando estábamos en la selva amazónica ecuatoriana, se produjo el estallido social argentino y la posterior crisis económica. A nosotros nos afectó en varios planos. En principio, desde lo emotivo, porque es desgarrador ver por televisión, desde otro país, cómo tu propio país se cae a pedazos. Se nos ponía la piel de gallina viendo esas imágenes de la gente en las calles, resistiendo la brutal represión policial y aguantando la embestida de los carros de asalto y la caballería. Sobre todo después de diez años de silencio. El país pareció sacudirse en apenas dos días del letargo de toda una década. Y fue una sensación muy rara ver todo eso desde lejos.
El otro aspecto en que nos involucró la crisis fue en el económico, porque hasta ese entonces viajábamos con unos ahorros que nos enviaban desde nuestro país, y de repente estuvo prohibido hacer giros al exterior. De un momento a otro nos vimos sin dinero y todo cambió. No teníamos siquiera lo necesario como para regresar a nuestra casa. Entonces, en vez de seguir rumbo a México, como teníamos pensado hacer, nos quedamos trabajando, primero cuatro meses en Ecuador, y después seis meses en Colombia. Y por supuesto que no fue una desgracia ni mucho menos. Porque antes de esa experiencia éramos meros espectadores de los sitios que visitábamos, y el hecho de vivir y trabajar en esas regiones nos permitió asimilar más profundamente la realidad latinoamericana.


Francesc: En vuestro blog, como subtítulo apuntáis: “Sembrando Caminos y Recogiendo Horizontes”. ¿Puedes sintetizarnos un poco esta filosofía?

Supongo que esta frase resume todo lo anterior. Es una metáfora que hemos sentido más que pensado, como todo lo que verdaderamente nos emociona. Sembrar caminos está ligado a la acción de caminar, de avanzar por una huella que creemos fecunda y necesaria. A medida que avanzamos, el camino va creciendo con uno. Y recoger horizontes está vinculado a lo que encontramos en ese camino, es lo que el viaje nos ofrece: la gente y sus proyectos, su dignidad y su lucha, los amigos que aparecen y comparten con nosotros muchos de sus sueños y esperanzas. Recoger horizontes tiene que ver con eso. Resume una filosofía hecha de caminos y personas, y nosotros lo expresamos en la parte de agradecimientos en nuestro sitio web. La gente y los caminos nada serían el uno sin el otro... ¿Para qué otra cosa sirven los caminos si no es para encontrarse? Nada serían los viajes sin la gente y nada sería la gente sin caminos que la viajen. ¿De qué sirve un camino que no lleva hacia otra gente?


Francesc: Un último mensaje para los lectores.

Recorrer el continente nos ha enseñado a pensar el mundo en que vivimos. El viaje nos ha permitido entrar en contacto con los verdaderos problemas y necesidades de nuestra tierra, y nos ha posibilitado encontrarnos con la gente que no es noticia ni para el poder ni para los principales medios de comunicación.
En muchos casos, la ciudad nos distrae con frivolidades y nos embrutece con naderías, y los caminos se transforman en puertas que nos sacuden y nos conducen a las múltiples realidades que en el mundo existen. Esas otras realidades que la globalización no puede absorber gracias al arco iris humano que es nuestra maravillosa especie, capaz de enarbolar la dignidad como estandarte en las condiciones más horrendas e inconcebibles.
El mundo no está arrasado ni la gente es tan mala como nos quieren hacer ver. Si salimos al encuentro de los demás y andamos los caminos que nos esperan, hallaremos a nuestro paso todo un universo de personas que nos aguardan, de manos que se tienden, de puertas que se abren y voces que viajan hacia nosotros trayéndonos buenas noticias. Millones de personas resisten con alegría la soberbia del poder, y desde sus anónimos y quijotescos rincones construyen con dignidad ese otro mundo posible que todos anhelamos.
Los medios masivos de comunicación nos venden la realidad que el poder y los grandes monopolios necesitan imponernos para mantenernos aislados y atemorizados, para que en nuestro miedo y soledad busquemos la compañía de las cosas, nos convirtamos en pasivas criaturas de consumo y nos aislemos en un individualismo de consumo y provecho personal. Pero no son los estúpidos objetos lo que nos hará mejores, ni la prosperidad material lo que nos traerá alegría. La calidad de vida podría medirse también por la capacidad que tenemos de unirnos con los demás para trabajar por algo que valga la pena recordar.
Millones de seres humanos nos esperan.