Todos somos cómplices














(Foto de Kevin Carter)



Los medios se acaloran por entregarnos las primicias: la sexualidad de un actor, la nueva infidelidad, los cuerpos más seductores, la angustiante depresión de una modelo…

En otro lugar desconocido, un niño con sus dedos ya sin uñas escarba la tierra. Busca raíces diminutas, algún insecto que comer. Nada sabe del actor ni del mal trance de la modelo. Es un cuerpo que ha sido. Sólo queda una barriga, un esqueleto, pero sus ojos acosan con la mirada de quien lo ha visto todo y no ha encontrado nada. Tiene su piel la edad de la Tierra, y no ha logrado ir a la escuela para aprender el concepto de justicia o democracia.
Este pequeño que no llega a los diez, pone en jaque a la humanidad. Anhelando el útero ausente, se acuna contra las piedras. Arquea su cuerpo y sucumbe.
Nadie sabe de él. Sólo el ave carroñera que lo espera.
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