Pregúntale al Che

........

En estos tiempos escasos de ideas y alternativas de bajo vuelo, un grupo de adolescentes retoma el debate acerca de aquellos ideales seguidos por una generación entera y rescata la figura emblemática de Ernesto Che Guevara para pensar los métodos de recuperar la utopía. Lo hacen a través del teatro, a través de la expresión, de la comunicación emocional, una herramienta decisiva para los adolescentes que se encuentran en ese aterrador y maravilloso período en que se puede (y se debe) jugar seriamente. ¿Quiénes sino ellos para revelarnos que no debemos resignarnos a esta grosera derrota?

El trabajo es una adaptación de la obra Cuestiones con Ernesto Che Guevara, escrita por uno de los pensadores contemporáneos más lúcidos de nuestro país: José Pablo Feinmann. La obra fue estrenada en 1998 en el teatro Margarita Xirgu de San Telmo, e interpretada en ese entonces por Manuel Callau (Che) y Arturo Bonin (Andrés Navarro). En la actualidad está representada por Federico Justo (Che), Melisa Iranzo (Andrea Navarro), Ivo Segura (Fidel), Adrián Botto, Sebastián Di Gangi, Francisco Scaglia, Tamara Sepiurka, María Vaquer, Mariana Bonsini, Fabián Dejtiar y Alejandro Tricinello. Ninguno supera los dieciocho años. Pablo Agresti brindó el asesoramiento histórico y también realizó la adaptación de la obra junto con Alejandro Oliva, quien asumió además la dirección actoral. Sol Ganim disenó la escenografía, el vestuario y la iluminación (esta última junto con Alejandro).

Teatro que sacude
La obra cuestiona al legendario revolucionario, a la vez que intenta recobrarlo como agente decisivo de la Historia, mediante la polémica que atraviesa su ideología: la toma del poder por medio de las armas, la muerte del enemigo, los fusilamientos a los torturadores y represores del régimen derrocado.
¿Se puede matar en nombre de la revolución, en nombre de la verdad, en nombre del progreso histórico? ¿Es necesariamente la violencia la partera de la historia? ¿Es una herramienta que sólo genera más destrucción y venganza? ¿O es un recurso únicamente válido en contextos específicos?
La Higuera es un páramo de palabras, en donde sólo queda lugar para preguntas. Esta noche vamos a hacer alarde de las imprecisiones, de las incertezas, vamos a estar asediados por muchas preguntas y con pocas respuestas para serenarnos”, anuncia la profesora Navarro al comienzo de la obra.

Llenarnos de dudas y cuestionamientos… Sabemos que esa es la función de la filosofía: inundarnos de preguntas. Quizás sea también la del teatro. Al menos aquel teatro profundo que no está hecho para entretener, sino para sacudir, para despertar; aquel teatro que rompe el cerco de ser mera distracción o pasatiempo y asume el hondo compromiso de brindar herramientas que nos ayuden a pensar el mundo en que vivimos.
Quizás sea bueno recordar que en la Antigua Grecia, las obras de los poetas trágicos como Sófocles o Eurípides eran representadas en el puerto de El Pireo, sitio donde convergían pescadores, prostitutas y demás trabajadores de los más diversos oficios, gente sencilla de la calle, que a través de aquellas obras asimilaban problemáticas para pensar la realidad y se veían asediados de dudas, cuestionamientos y preguntas que les permitían asomarse al profundo abismo de su condición social e individual.
El teatro puede cumplir esa función educativa y formativa, puede alentar a la reflexión y al debate, y aportar a la construcción de otra realidad posible. Así también lo creyeron muchos anarquistas, que no creían en la transformación social desentendida de la militancia cultural y la expresión artística.

Argumento de la obra
Una profesora de Historia llamada Andrea Navarro gana una beca de la fundación norteamericana Guggenheim que le permite asistir —maravilloso atributo de la ficción— a la última noche del Che ya derrotado y apresado, herido en una escuelita de La Higuera, un escondido pueblo del oriente boliviano, donde será fusilado después del amanecer. Navarro intenta develar lo que nadie sabe: qué pasó, que dijo, qué caviló el Che durante aquella noche en ese oscuro rincón del mundo, en la última tiniebla de sus días.
La profesora comparte las aspiraciones del Che y sus deseos de construir un mundo más igualitario, pero le discute con ánimo implacable los medios por él utilizados para imponer sus propósitos. Le achaca las muertes, los fusilamientos, la inmoralidad de tomar la vida del otro para instrumentar sus propios fines políticos y le atribuye su responsabilidad ante los miles de muertos que tras su asesinato tomaron las armas y lucharon como él para cambiar la realidad.

La obra mantiene una tensión escalofriante, con discursos ardientes, apasionados, violentos, febriles, de drástico enfrentamiento entre dos posturas capaces de esgrimir tenaces argumentos. Y los pibes se ponen a la altura del debate, encarnan los personajes con firmeza indiscutida y los construyen con una impecable figura escénica. Los pibes entregan la magia de su adolescencia y nos hacen creer en la existencia de esa posibilidad remota de que el tiempo desdibuje sus fronteras despiadadas. Como espectadores no podremos permanecer neutrales y muchas de nuestras dudas y certezas temblarán y buscarán reacomodarse ante sus propias contradicciones.

Andrea Navarro representa al intelectual progresista característico de la década de los noventa, divorciado de la práctica, defensor de los derechos humanos y de la justicia pero apoltronado en su escritorio, desde su pulcra biblioteca. La profesora sobrelleva una madurez amarga y colmada de tribulaciones; y le cuestiona al Che sus prácticas armadas y su responsabilidad en la tragedia de sus pares. Convencida, pero fríamente, rigurosa pero excesivamente teórica, se entrelaza en una fuerte discusión con un Guevara ensangrentado y andrajoso, ya derrotado tras haber cruzado el monte boliviano con un ejército minúsculo.
El argumento de Navarro es terminante y no admite concesiones. Para ella, ninguna vida ajena puede ser tomada como un medio para conseguir un fin. “Todo cadáver es un insulto a la condición humana", afirma la intelectual. Y arroja terminantemente: "Cuando la historia se hace con violencia pierden todos. No hay cadáveres buenos o malos. Sólo hay cadáveres.
La profesora va destejiendo las actitudes del Che a lo largo de su vida como guerrillero y revolucionario y con suma precisión y detalle le amonesta su autoritarismo, su voluntarismo heroico, su inflexibilidad, su mesianismo, su dogmatismo, su justificación del terrorismo como forma de acceso al poder.

...............

El Che responde a las acusaciones con voluntad apasionada y segura, desde su atractiva personalidad, contradictoria y desenfrenada. Le increpa a la profesora Navarro su excesiva vehemencia teórica y le acusa su detallada rigurosidad científica. “Sin las citas bibliográficas, un intelectual se evapora en el aire”, sostiene el Che ante la continua evocación de pensadores por parte de la investigadora. “Si sigue así usted morirá de un error de imprenta”.
Guevara afirma que la violencia política tiene sentido y que se puede y hasta se debe acudir a ella porque es legítima cuando sirve para erradicar circunstancias de extrema injusticia.
La violencia se justifica cuando un pueblo está oprimido, porque la injusticia instrumentada desde el poder es otra forma de violencia, más cruel, más irracional y desmedida… y que aparentemente no se visualiza como agresión física pero cuyas consecuencias son más atroces y despiadadas.
El Che ruge que no hay historia sin violencia. Él cree en la revolución armada, y piensa que los fusilamientos pueden ser ejemplares para los represores y traidores. Propone una lucha frente a frente, sin hipocresías. Y mientras los represores usan la violencia para mantener los privilegios de los poderosos, torturan para defender un orden injusto y proteger la propiedad de los explotadores, y reprimen y encarcelan para mantener a raya a los disconformes sedientos de justicia, el guerrillero toma las armas para combatir a los tiranos y construir una sociedad más justa de donde pueda surgir un hombre nuevo. El revolucionario lucha para destruir un gobierno criminal, toma las armas con el propósito de hacer valer un ideal de igualdad para todos los hombres.

Mientras Navarro acusa la aventura guerrillera como una insensatez sin asidero, el Che reivindica la posibilidad de alcanzar los sueños que parecen más descabellados. Cuestiona la inacción de los intelectuales, de los hombres que se presumen coherentes, y repudia la pasividad de los pensadores de escritorio, de los burócratas de salón y revolucionarios aggiornados. Para Guevara es necesario acabar ya mismo con la explotación del hombre por el hombre. Es un reclamo que no puede esperar, y cualquier medio es válido para construir un mundo donde no haya gente sin vivienda, sin comida y sin trabajo, donde todos los hombres puedan sentir que es útil la fuerza de sus manos y que son válidas las ideas de su mente, un mundo sin muertos de hambre ni explotados, donde todos puedan vivir libres e iguales.
Frente a las acusaciones de autoritarismo, el Che contesta que no ha exigido nada que no se haya exigido a sí mismo. "Yo no arrastré a nadie hacia la muerte. La lucha armada es el camino que han decidido tomar muchos seres humanos como hombres libres. No los menosprecien."

Quizás resulte un tanto complicado creer que en la última noche de sus días el Che se hubiese molestado siquiera en responder a la primera pregunta de Navarro. Pero a lo largo de la representación, los engranajes temporales se van tornando imprecisos y el escenario se transforma en un espacio donde la profesora y el revolucionario dialogan más allá del tiempo.
Quizás la obra, en su aguda disputa entre tan enfrentados pareceres, cometa la imprudencia de no mostrar el semblante más humano de Guevara. Pero jamás puede negarse que Cuestiones... es una propuesta inapelable para sacar al acartonado Che de las remeras y pancartas, y recuperarlo en todo su significado como protagonista decisivo, sumamente contradictorio, pero partero indiscutido de la historia.
El debate jamás se considera cerrado. Además de la extraordinaria labor educativa que ejerce en los jóvenes y las dudas que siembra en quienes asisten a ver la obra, Cuestiones con Che deja abierto un abundante caudal de reflexiones para que cada espectador en sí mismo se transforme en continuidad de la controversia.

La visión de José Pablo Feinmann
El autor, como todo creador verdadero, parece catalizar mediante su obra todos sus desgarramientos y contradicciones vinculados a la polémica que lo convoca, y es capaz de sumergirse en su tarea con una intensidad superlativa, donde se hunde en un abismo de preguntas del que no aspira a salir impunemente.
En Cuestiones con Che, Feinmann no sólo pretende involucrarse a sí mismo. También se propone comprometer al espectador en una discusión que la sociedad argentina aún se debe a sí misma.
Con un argumento tan contundente, el autor nos hace pensar acerca del proceso histórico ocurrido durante los últimos cincuenta años: las luchas armadas y su derrota, la llegada de las dictaduras y la instrumentación de los planes económicos neoliberales, y su fatal consecuencia de sociedades desiguales, hambrientas y explotadas, y el papel que nosotros cumplimos dentro de ellas.
En este contexto, el Che aparece como impronta revolucionaria que marcó a toda una generación en la búsqueda y construcción de otro mundo posible. La obra deja entendido que un guerrillero es un loco que busca destruir el viejo orden para construir un mundo nuevo, un hombre nuevo. Y aunque los métodos de Guevara son discutidos a lo largo de toda la obra, su figura es respetada en todo momento y se la sabe incorruptible.
Consultado acerca de la problemática, el propio autor de la obra ha sostenido: "Coincido con la necesidad de rebelión que plantea Guevara pero no coincido con la metodología violenta, pero muchas veces los que plantean respuestas pacíficas terminan olvidando la rebelión y por eso es que personajes como Ernesto Guevara es bueno “mantenerlos calientes” porque recuerdan la necesidad de la rebelión”. (1)
En otra entrevista, otorgada a Página 12 en 1998, Feinmann explica: "Yo me sentí conceptualmente lastimado el año pasado, cuando se cumplieron los treinta años de la muerte del Che, porque me pareció que había una exaltación acrítica, que me sonó primero vacía y después fastidiosa. También diría que el Che no se merecía eso. Si alguien es recordado es por su complejidad: de ser simplificado, se lo convierte en una entelequia, en un bronce, pero no en un ser humano." (2)
Finalmente, creo que merece rescatarse la consumada reflexión de Feinmann acerca de la compleja y profunda personalidad del Che, en un diálogo con la gente de revista Sudestada:

Es muy peligrosa la idea del hombre nuevo que tanto llevó adelante Ernesto Che Guevara, a quien obviamente quiero mucho, pero lo quiero críticamente porque no quererlo críticamente es injuriarlo. Algunos idiotas lo injurian cuando lo elevan a San Ernesto de la Higuera, que no existió. El Che era un tipo que creía en el hombre nuevo, y por eso creía que había mucha gente que se oponía. A éstos él se consideraba con el derecho de eliminarlos en nombre de la revolución que iba a crear a este hombre nuevo. Y creía que si además habías torturado y matado, un tribunal revolucionario te iba a juzgar y a fusilar. En la fortaleza de La Cabaña, en enero de 1959, hace fusilar a alrededor de 1500 personas, todos torturadores y soldados de Batista. Osvaldo Bayer cuenta que asiste a un juicio sumario del tribunal revolucionario en la fortaleza, donde son juzgados dos soldados, dos asesinos y torturadores reverendos hijos de puta, que tenían 17 y 19 años. Luego les preguntan si se arrepienten, y los dos dicen: "No. No nos arrepentimos. Estamos orgullosos de lo que hicimos". Entonces, pena de muerte. Y Osvaldo quedó helado. "Ésos son dos chicos. ¿No los pueden mandar a un campo de rehabilitación?", se preguntó desde su humanismo anarquista. Osvaldo cuenta esto y dice que ahí estaba el Che impartiendo justicia.
Acá caemos en dos cosas: el que lee esto dice que yo soy un hijo de puta porque hablo mal del Che, o piensa la mejor: "¡Caramba! ¡Qué compleja es la figura del Che Guevara!" Le admiro su complejidad, porque si yo le quitara estas aristas, si me lo negara, sería un simplificador. (3)

El autor y los pibes
A fines de abril, Feinmann asistió a ver la obra al Instituto Glaux, colegio donde se conocieron los pibes y donde comenzaron a ofrecer las primeras presentaciones. En un principio, el autor de La astucia de la razón fue reticente a asistir, quizás por ciertos prejuicios existentes. ¿Qué habría para ver en una pieza escrita por él mismo y representada por chicos que no contaban con demasiada experiencia? ¿Qué tendrían para aportar acerca de un tema tan engorroso unos alumnos de colegio privado que recién se están asomando al mundo? Feinmann sería una decoración de privilegio en una sala de escuela. Asistiría por pura formalidad y se marcharía tras los comentarios cumplidos.
Pero nada de eso sucedió. Al domingo siguiente de ver la obra, el diario Página 12 ilustró su contratapa con un artículo de José Pablo titulado "El Che en la avenida Nazca", que afirmaba: "Los chicos del Instituo Glaux llegaron a la excelencia" (4). Todo fue halago para los pibes. Y así creció la obra y tuvo más poder de convocatoria.

............

Melisa Iranzo
Es asombroso dialogar con Melisa, quien protagoniza en la obra a la profesora Navarro. Con apenas 18 años, ya es la mayor de todos los actores. Y al hablar con ella, se percibe el intenso trabajo de contención, formación y preparación que respalda y da fuerza al grupo.
—Creo que la violencia es una herramienta útil sólo en contextos determinados.
Con Navarro me identifico poco. Algunas cosas que dice son ciertas. Un cadáver es un cadáver, pero yo lo apoyo a Guevara.


—Navarro dice: "Ninguno puede tomarse la atribución de matar a otro porque piensa diferente". Pero en ciertas ocasiones la violencia es necesaria para combatir la explotación y la injusticia. Es cierto lo que afirma Guevara. No hay historia sin violencia. Si querés imponer una sociedad mejor, nadie te va a abrir la puerta y te va a decir: "Pasá por acá". A veces no queda otra, pero siempre depende de la circunstancia y el contexto, de qué lado te pongas, de la gente, de cómo se vayan dando los hechos, del lugar, del apoyo que exista... El Che no hubiera sido nada sin el apoyo del campesinado cubano. Pero después va a Bolivia y mientras dura su aventura no consigue que lo respalden. Su derrota se debe a que la población lo delata. La gente lo ve como una amenaza. Él cae derrotado por falta de condiciones para imponerse. Es decir que con la violencia sola no hacés nada.

Melisa me cuenta del poder transformador de la obra.

—Para hacer este trabajo con los chicos, debimos laburar muchas cuestiones con Pablo, el profesor de Historia. Él nos transmitió muchos conceptos y nos enseñó algunos procesos históricos para que podamos entender mejor lo que estábamos haciendo. Lo esencial que hoy sé del Che, se lo debo básicamente a la obra. Y lo mismo en cuanto al trabajo actoral que hicimos con Alejandro. La obra está analizada palabra por palabra, y nada está librado al azar. Yo hago teatro de chica y creía que sabía mucho del tema. Pero ahora, en cambio, siento que no sé nada, que el desafío empieza con esto.

A esta edad no tengo una ideología formada, definida… y encarar un proyecto de estas características en un período como éste, creo que tiene mucha importancia. En esta etapa que estamos atravesando de la vida, la obra ejerce sobre nosotros una influencia decisiva.

Le comento lo importante que es saber que un grupo de adolescentes trabaje en proyectos como éste.

—Los grosos son los que nos prepararon para hacer esto. Si vos recorrés los colegios, seguramente encuentres muchos adolescentes dispuestos a encarar este tipo de propuestas, pero vas a tener que recorrer bastante más para encontrar gente como Alejandro, Sol o Pablo… ellos nos enseñan que se puede dedicar tiempo y ganas a un proyecto solamente por el entusiasmo, por creer en la validez de lo que uno hace, sin que importe la ganancia.

Alejandro Oliva
A los pocos días de ver Cuestiones con Ernesto Che Guevara, llamé al director teatral y enseguida nos reunimos, mate mediante, para dialogar acerca de la obra. Franco, abierto, amigable... al hablar con Alejandro enseguida es posible percibir en su persona ese inefable sortilegio que da vida a todo el proyecto.

Hay algo que nos pasa: pareciera ser que la violencia es heroica cuando fue en el siglo pasado o hace 150 años… la gesta de San Martín o cualquier otra gesta que sea… digamos… liberadora… que se te pueda ocurrir, es heroica cuando es lejana… En cambio, si pasó hace poco es como que ya no lo es tanto… porque ahora está mal usar la violencia… con esto no estoy avalándola tampoco, pero hay como una cosa. Cuando uno analiza los hechos desde una perspectiva temporal lejana es como que puede tener una visión más panorámica y analizar las cosas quizás más claramente, que se adecua a la justeza que por ahí uno va buscando en uno mismo.
Porque es fácil decir: "Más copado es el método Gandhi, que el método de Guevara".


—Y… pero ponelo a Gandhi en Cuba y quizás no duraba un minuto un medio.

Totalmente…. Y el Che en India probablemente tampoco. Quizás se hubiera quedado disparando tiros solo.
Cada uno con su forma y cada uno con su estilo, son dos referentes muy fuertes.


En la obra nosotros tratamos de trabajar hasta los más mínimos detalles. Hay algo que yo les repetía a los chicos, y que es que para lograr la excelencia, el detalle tiene la misma importancia que lo groso. Si vos querés llegar a algo, no importa si te falta un pelo o si te faltan diez metros. De ninguna de las dos formas llegarías. Entonces nos propusimos darle relieve y significado a cada una de las cosas. Que todas las cosas que se puedan decir, estén.

Lo que creo que se logró, y pienso que esto fue un mérito nuestro y también de los pibes, básicamente de los pibes, fue como una cuestión de onda grupal, y que fue algo impresionante. Hubo mucha buena onda. Nos divertimos mucho ensayando, y yo siempre digo que en el trabajo con los pibes uno debe tratar de formar o debe intentar que se genere un campo flojo de laburo, de no exigencia, y que esté acompañado de un compromiso. Entonces cuando la exigencia aparece como necesidad grupal, cuando todos nos ponemos las pilas para que salga bien, el trabajo es genuino. Si no, resulta ser un trabajo llevado adelante por uno solo, por un loco.

—Lo que me parece interesante de la obra es que plantea la discusión como una problemática. En ningún momento dice que hay que ser como Guevara o que hay que ser como Navarro. Me gusta el debate que provoca y me remonta al laburo que hacían los grupos anarquistas, que promovían una militancia cultural para transformar la realidad a partir actividades concretas que tuvieran llegada a la gente. Y en esto el arte tenía un papel fundamental. Me parece que esta obra reúne estas características, y ni hablar del proceso educativo que desarrolla en los pibes al hacer un trabajo de este tipo. Yo me imagino que si a los 18 años veía esta obra, seguramente no la entendía. Y estos chicos la están haciendo con mucha actitud.

Bueno. Ante todo esto uno se siente muy contento, pero uno siente sobre todo mucha responsabilidad sobre los pibes. Yo intento tener el cuidado máximo en el más mínimo detalle, porque es muy groso para un pibe hacer una obra de este tipo, inclusive para nosotros. Y es para destacar lo que pasó en este grupo, porque si bien el trabajo de Federico y Melisa es para destacar, también es muy importante lo que hicieron los demás pibes. Quizás a un chico le toca hacer un papel cortito, pero nosotros le dimos una seriedad muy profunda a esa aparición. Entonces el pibe asimilaba esa importancia y venía y se quedaba a todos los ensayos. Conseguimos que se armara un respeto grupal muy bueno, una integración muy profunda. Todos colaboraban con entuasiasmo, asistían a las reuniones. Se formó algo muy interesante. Y eso es emocionante de verdad. Te da pie para seguir soñando, para pensar que nada es descabellado. Si nos remontamos a mayo de 2006, es increíble a lo que hemos llegado. Y creo que es principalmente por la prioridad que en todo momento se le dio al grupo.
—Hay una energía piola que se logró a partir de que los pibes notaron que se trabajaba con honestidad y que decíamos las cosas como eran. La obra pudo no haberse terminado por un montón de razones, pero a medida que íbamos avanzando, les decíamos a los pibes: “Vamos a seguir, la vamos a terminar y la vamos a estrenar”. Y los pibes veían que se iban cumpliendo esos mojones. Melisa se preguntaba cómo era que Sol iba a ser escenógrafa y vestuarista. Y así era.

Toda ea energía fue nuestro combustible. Tanta buena onda nos daba potencia. Y creo todo esto da para rato. Que da para ir a escuelas y debatir, porque dispara muchas preguntas.

Cuando veo a los adolescentes de hoy, que muchas veces no saben quién fue Videla o que confunden a la Triple A con una vacuna, creo que trabajos como éste pueden despertar cuestionamientos positivos. En ocasiones uno no sabe cuándo hablarles a los chicos sobre alguien tan complejo como fue el Che, y la obra puede ser un buen catalizador para que entren en contacto con su figura y toda la problemática que la rodea.
La mayoría de los alumnos que hoy protagonizan la obra no lo tenían muy claro al Che, y al entrar en contacto todo esto empezaron a preguntarse muchas cosas, preguntas que incluso son complicadas de contestar, y por eso es mejor todavía, porque son disparadores para que ellos mismos busquen sus propias respuestas. Ellos saben que el Che representó algo muy importante en un momento determinado, y que el tipo llevó adelante una coherencia ideológica muy fuerte, con actos quizás discutibles, pero el tipo tenía el destino, el ego o lo que uno quiera ponerle, pero hubo en él algo muy fuerte, y es intachable en ese sentido. Y después, si los demás lo copiaron y esa metodología llevó a la muerte a muchos, como dice Navarro, o como dice el Che: “No los rebaje diciendo que no tuvieron cerebro y que me siguieron como al Flautista de Hamelin”, el tipo siempre está en el centro.

Ni ellos ganaron ni nosotros perdimos
El vaciamiento cultural consiste en avasallar a la sociedad con insípidas creaciones y propuestas vulgares en un contexto ya sacudido por la alienación, la escasez de valores y la falta de ideas. Y el gran público también será gran cómplice si digiere la basura pasivamente y acepta los valores que se le imponen sin responder siquiera con mínimos cuestionamientos.
Pero el vaciamiento cultural no será total mientras existan espacios y propuestas que inciten a pensarnos como sociedad y como pueblo. Y el fracaso no será completo mientras la vulgaridad tenga que reinventarse constantemente a sí misma para imponer el vaciamiento ante el surgimiento continuo de ideas que no se consideran derrotadas.
Es motivo de orgullo andar el país o recorrer la ciudad y saber vivos esos espacios de resistencia donde la sociedad no renuncia a construir caminos distintos.







Fuentes
(1) Ciclo Diálogos Argentinos, 26/3/99, páginas 6-7.
(2) Página 12, Suplemento Radar, 03/05/98.
(3) Revista Sudestada, número 36, marzo de 2005, página 36.

(4) Página 12, Contratapa, domingo 29/04/07.

Las fotos son gentileza de Melisa Iranzo

.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.