Aquí, como en tantos otros miles de rincones del continente americano, el mercado es una de las más antiguas tradiciones de los pueblos, el espacio donde los habitantes de valles y quebradas convergen al menos una vez por semana para vender o intercambiar lo que producen y procurarse de aquello que les falta. Y así, desde antes del amanecer, silenciosamente, los puestos atiborran las calles y todos los colores de la región se reúnen en la plaza principal para dibujar el espíritu y la esencia de su gente.