¿Qué descubrimiento?

América fue descubierta hace aproximadamente 40.000 años, cuando numerosos grupos mongoloides de origen siberiano se aventuraron hacia el interior del continente atravesando a pie el estrecho de Bering, siguiendo el desplazamiento de los animales.
La llegada del conquistador europeo al territorio americano, ocurrida al menos 395 siglos después, es decir a fines del siglo XV, no implicó ningún descubrimiento, porque ninguna empresa imperial está capacitada para descubrir.

Quienes descendieron de las carabelas estaban ciegos. Venían embrutecidos y desplazados por una sociedad en decadencia, donde imperaba la idea de engrandecerse mediante el poder que otorgan la conquista y los botines de guerra. Su ambición les impidió ver la gran pluralidad y riqueza cultural existente en las comunidades que habitaban este suelo.

Selváticos o costeños, altiplánicos o vallunos, todos los pobladores del continente fueron llamados “indios”, sin importar la comunidad o el entorno en que vivieran, y bajo ese concepto encubridor de la múltiple diversidad étnica de América redujeron a sus habitantes a entes mecánicos de trabajo, sin sensibilidad ni derechos.

Esto revela el absurdo de la historia, porque a partir de 1492 América sólo fue invadida, y nunca descubierta, porque el opresor, buscando enriquecerse a cualquier precio, ni siquiera pudo descubrirse a sí mismo. Bien lo saben quienes lo sufrieron: fue el oprimido quien descubrió al opresor, al experimentar en su propia carne la voracidad y la violencia de un imperio que transformó a los hijos de esta tierra en esclavos de los usurpadores.

En 1991, el Consejo Internacional Independiente Emancipación e Identidad de América Latina 1492-1992, reunido en la ciudad de México, declaró que el 12 de octubre de 1492, que según la visión eurocentrista está considerado como descubrimiento y encuentro entre dos mundos, implicó el inicio de uno de los mayores genocidios, pillajes y saqueos de la historia humana, y que la pretensión de celebrar su V centenario constituye un acto de arrogancia y desprecio frente a los pueblos del Tercer Mundo. Estos mecanismos persisten actualmente en la división de la humanidad conocida como Primer Mundo y Tercer Mundo. En este último, el 85 % de la especie humana está obligada a trabajar para el bienestar del 15% restante.













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