Ley de Olvido

En 1820, las fuerzas federales se impusieron en la batalla de Cepeda ante los ejércitos centralistas de Buenos Aires. Como consecuencia de la derrota porteña, el Directorio se desmoronó y el gobierno central quedó disuelto. Durante el próximo lustro las provincias se gobernarían mediante el régimen federal, en igualdad de condiciones. Pero la lucha entre ambos bandos continuó al interior de la provincia de Buenos Aires, donde las facciones intentaban sostener en el cargo de gobernador a un representante que respondiera a sus intereses.
La crisis política marcó un período de agudos enfrentamientos entre los caudillos. El odio y la venganza produjeron exilios, muertes, persecuciones y destierros. Varios gobernadores ejercieron el cargo transitoriamente: Sarratea, Balcarce, Ramos Mejía, Estanislao Soler y Dorrego. Finalmente asumió Martín Rodríguez, cuya gestión se extendió durante cuatro años.
El nuevo gobernador prometió que la paz y la estabilidad serían la impronta de su gobierno. Como demostración de ello, promulgó una ley que permitiría el regreso de los desterrados y el fin del hostigamiento a los perseguidos. La medida llevaba un curioso nombre: la Ley de Olvido.
Por el olvido los expatriados políticos volverían a su tierra.