Porfiado guaraní

El idioma guaraní es uno de los más obstinados de nuestra América. No sólo ha logrado superar todas las prohibiciones y persecuciones lanzadas sobre sus hablantes, sino que ha logrado sobrevivir con audacia en la cotidianeidad de su gente y ha sabido ramificarse en múltiples aspectos culturales de la región tradicionalmente habitada por los miembros de esta cultura. De este modo, los guaraníes nos han legado una de la más hermosas y poéticas lenguas para narrar los aconteceres y los sentimientos de nuestra gente, en una tierra prodigio que aún resiste porfiadamente la entrada del conquistador. En Corrientes, casi todas las personas lo hablan, y tras cinco siglos de vivir en la clandestinidad, recientemente ha sido reconocido como lengua co-oficial en la provincia.
Chela Liuzzi es coordinadora del centro de estudios de lengua y cultura guaraní “Ko’êmbota”, situado en la localidad de Ituzaingó, a orillas del Paraná, en la provincia de Corrientes. Allí nos recibió cálidamente para trasmitirnos las más asombrosas cualidades de un lenguaje digno de integrar los más heroicos procesos de resistencia cultural.

—La provincia de Corrientes tiene una particularidad: reconoce su originalidad, que es una originalidad guaraní, con su lengua guaraní. A tal punto que en el 2004 un diputado tomó la determinación de insistir en un proyecto que hacía mucho había presentado, y finalmente logró que salga una ley que sostiene que el idioma guaraní es oficial en la provincia de Corrientes. Así es el reconocimiento de los idiomas. Un idioma es oficial cuando hay una determinación política que asume la importancia de su existencia. De lo contrario es un dialecto. Y la provincia de Corrientes tiene ese beneficio, que el gobierno ha reconocido su identidad guaraní desde la palabra. Y dentro de ese bilingüismo, tiene una particularidad: que es un bilingüe bicultural, porque el idioma guaraní pertenece a una cultura originaria. Y ésta es la primera provincia argentina que tiene esa particularidad. No tiene etnias socialmente organizadas, pero tiene el reconocimiento de su originalidad a través de la palabra, lo que convierte a Argentina, desde esta provincia, en un país bilingüe, porque hasta ahora Argentina era monolingüe, con una lengua extranjera. Y ahora, en abril de 2007, el ministro de Educación incorporó la enseñanza de la lengua guaraní en todos los estamentos del sistema educativo provincial. No obstante, sucede que todavía no hay estructuras donde se puedan formar docentes para que enseñen el idioma como ciencia.

—Es uno de los idiomas que más resistió la conquista

—Claro, creo que de Sudamérica es uno de los más estudiados, junto con el quechua y el náhuatl, de México y América Central, respectivamente. Los más estudiados y más distribuidos. Pero el guaraní correntino no figuraba. ¿Pero por qué digo guaraní correntino? Es diferente al mbya guaraní, que no es cristianizado y se mantuvo en la selva. El guaraní correntino es equivalente al guaraní paraguayo, con sus modismos, su regionalidad. Los mbya recién ahora están siendo evangelizados, a través de las iglesias evangélicas, no católicas.

— ¿Y eso como repercute?
¡Las destruye! Totalmente. No lo dudo, porque yo hablo en guaraní con los dueños de la lengua y a ellos no les queda otra que aceptar, porque ya les quitaron todos sus espacios. No tienen siquiera más espacio físico. Hasta hace poco tenían, pero ahora han arrasado con todo, con el tema de la soja destruyeron el monte. Les quitaron hasta lo mínimo que tenían para poder educar a sus niños desde su originalidad. Por lo tanto, no le queda otra que al que venga, ¡bienvenido! Por la supervivencia. Fue como en las misiones jesuíticas. Las misiones jesuíticas también les han quitado su originalidad, los han aculturado y les han dado una cultura occidental, con una diferencia respecto a lo que hacen ahora: ellos tuvieron el respeto de recomponer su cultura y su modo de vida desde su lengua. Ese fue el rescate más importante que tuvieron las reducciones jesuíticas, y algunas franciscanas, con respecto a la conquista. Que ellos tuvieron (bah! no se si tuvieron o no les quedó otra) pero aprendieron primero la lengua guaraní, y después entraron y evangelizaron y aculturaron desde el cristianismo, pero en lenguaje guaraní. Y esto es la provincia de Corrientes. Nosotros hablamos guaraní correntino, cristianizado, con una religiosidad sincrética muy marcada, donde la vivencia, la espiritualidad, el comportamiento humano, es guaraní pero se hace desde las estructuras y prácticas occidentales, o sea en las iglesias, las fiestas populares con vestimenta, la danza, la música con instrumentos occidentales… o sea todo lo que las misiones jesuíticas hicieron está presente, pero la religiosidad que se manifiesta en Corrientes es la originaria. El sentimiento de protección con una deidad superior, eso es de la religiosidad guaraní. Eso lo han comprendido los jesuitas y franciscanos, y lo respetaron. Y lo que se perdió son las oraciones en guaraní. Lo que permanece como rezo y bien mezclado, pero en algunos casos también totalmente en guaraní, es la música, porque la danza ritual del guaraní está representada en el chamamé.
El chamamé es una danza ritual sagrada. El guaraní originario era un ser absolutamente espiritual y religioso, respetuoso de la naturaleza, el ecosistema y de todo lo que significa la piogonía guaraní (cosmogoníía, sabiduría). Y los religiosos que vinieron a establecerse por acá entendieron eso. Y con eso les ganaron, y con eso se cristianizaron y con eso permanecen. Y hasta ahora es muy común, yo que vivo acá y observo a mi pueblo, mis pueblos, observo que el sistema, la esperanza, la confianza… todo se basa en la creencia guaraní. Porque ahora tenemos imaginería, ¡pero antes no! Si la Virgen de Itatí tiene o no tiene cabeza, da lo mismo. Si al Cristo le faltan los brazos, o si el santo fue decapitado y el cuerpo está por un lado y la cabeza por otro, le rezan lo mismo, porque a lo que se reza es a la deidad original.
Nuestros originarios eran monoteístas, espiritualistas. No tenían imágenes, iconos de idolatría, por lo que no tuvieron que suplirlas. Los cristianos evangelizadores fueron modificando y convirtiendo la creencia originaria, lo que se denomina payé, en algo negativo. Ellos no tenían símbolos materiales de religiosidad, la religiosidad está puesta en la salida del Sol, en la puesta del Sol, en el canto de los pájaros, en la venida de las distintas estaciones, el crecimiento o florecimiento de los árboles… así está representada su teología. Y así lo vivían. Todas esas cosas se agradecían y pedían cantando y bailando. Y eso lo descubrieron los jesuitas y lo han atrapado. Es por eso que todas las misiones jesuíticas, como prioridad, tienen una gran plaza, porque en esa plaza tenían que caber todos para reunirse y celebrar. Y celebraban teatralizando. Teatralizaban todas las cosas que pasaban, y así ellos podían participar, teatralizando, pero no había una deidad para representar ni adorar. Yo no soy antropóloga, pero me estoy educando en la cultura guaraní desde la palabra que heredé, porque la rama de mi familia materna viene de los treinta pueblos. Yo ahora lo sé, y sé que se pierde en el tiempo de las familias que ascienden, pero conozco la disciplina de vida, la educación y la religiosidad de los treinta pueblos. Lo pude descubrir ahora. Antes era la educación de mi familia, nada más. Ahora sé de dónde viene todo eso.

— ¿Y respecto al Estado?
—Lastimosamente, los gobiernos utilizan a los pueblos originarios como un instrumento para obtener recursos, pero esos fondos no llegan a los verdaderos dueños. Yo tengo contacto con los indígenas de Misiones, un grupo étnico que se llama Mbya Guaraní, que tienen un lenguaje en común. Yo hablo guaraní regional (el guaraní jesuítico), y ellos no fueron cristianizados. Estuvieron en la selva, mantuvieron su identidad y sus costumbres (todavía las mantienen, aunque ya están bastante “civilizados” por la civilización occidental), pero a ellos los gobiernos les manejan sus bienes, disponen de ellos, de los recursos que reciben. Todo lo que el gobierno nacional propone, debe pasar después por una secretaría de gobierno que distribuye a quien se le da la gana y como se le da la gana. Y son muchos fondos los que recibe. Y ellos saben eso pero no pueden hacer nada.

— ¿Y qué nos puede decir sobre ese imaginario de que todo el mundo sabe hablar guaraní pero nadie lo asume?

—Eso es un problema cultural. Cuando se expulsó a los jesuitas vino Bucarelli. Y lo primero que hizo fue prohibir la enseñanza del idioma. Y se hizo una persecución feroz. Eso está documentado. La persecución que se le hacía al guaraní hablante fue feroz. Pero nunca se contó (o se cuenta) las consecuencias que generó eso, porque siempre se culpa al guaraní de analfabetismo, pero si vos vas al cine y no entendés nada de lo que dicen, vas una vez, dos veces, y después no vas más. Y bueno... eso pasó con los niños que comenzaban a ir a la escuela. Si iban a la escuela y les obligaban a hablar castellano, y no entendían de qué se estaba hablando, y lo que ellos decían no valía de nada, y además se los castigaba por hablar su lengua, los chicos no iban más. Y ese fue un proceso que duró casi cien años.
Siempre se habló guaraní, pero empezó a haber una categorización. Si vos hablabas guaraní no eras culto, no eras de la clase alta, eras de los sirvientes, de la clase del campo, rural, de la clase pobre y de la clase que no tiene oportunidad de estudiar. Pero la realidad es que no querían estudiar en ese sistema, de esa forma.

—No querían pertenecer a esa clase que los marginaba.

—¡Claro! Entonces quedó esa idea de que si hablás en guaraní y sos de clase alta, entonces en realidad vos sos de clase baja. Daba categoría no hablar guaraní, no saber, ser monolingüe castellano.

—Claro. Y hablar inglés, sí.

—¡Pero qué van a hablar inglés! Acá nadie sabe inglés. Pero hablá guaraní y hasta los perros saben. Vos preguntás cómo se dice mosquito y seguro que saben, cómo se dice tal cosa y seguro que saben. ¡Porque no te queda otra! De oír, de andar por ahí no te queda otra que aprender. Y bueno... en ese período se formaron castas sociales, basadas en que si tenías apellido español y no hablabas guaraní, pertenecías a una sociedad de clase alta. Y lo que generó esa divisoria fue la escuela. En la escuela se prohibía el idioma. Si hablabas guaraní eras castigado. Entonces, para no ser castigados, decían: “Yo no hablo guaraní”. Pero salían de la escuela y hablaban guaraní. En mi tiempo todavía pasaba. Yo hice el primario hace 50 años y era así. Yo aprendí a hablar castellano en la escuela, no en mi casa.

—¿Y ahora cómo es desde que se declaró la lengua guaraní co-oficial?
—Ahora es otra cosa. Ahora estamos en otro proceso. Estamos revirtiendo la situación. Ahora resulta que todo el mundo sabe guaraní. Ahora todos se autodefinen como que saben guaraní e incluso algunos dicen: “Yo antes decía que no sabía. Pero yo sé”. Se confiesan. Sobre todo en la capital.
Antes, entre los 15 y los 25 años, cuando uno tenía que entrar en la vida social, iba al club social…y había una categorización social, entonces el que tenía mucha presencia social (los políticos, por ejemplo) decían que no sabían, aunque no vas a escuchar un solo político que no hable guaraní. Pero como era de la clase alta… “¿Cómo que clase alta y tan rapidito aprendió guaraní? Rápido, aprenden” ¡No! Ya sabía de siempre.
El guaraní es una lengua viviente con un estatus social ambiguo. Recién ahora empieza a tener un estatus social aceptado. Porque han descubierto que saber guaraní y pertenecer a una provincia guaraní, da jerarquía entre las provincias del país. Es un valor agregado ahora, no un valor disminuido como antes.
Pero hay un problema: había gente que guardaba como patrimonio personal los tesoros de la cultura guaraní, tanto la música, la antropología, la literatura y la lengua…como autodidactas…Y eran como focos de pertenencia para ciertos sectores que les daba una jerarquía y una presencia dentro de la sociedad. Y de esas personas, algunas están vivas, otras ya no están, otras dejaron escrito y otras se murieron con su saber y son tomados como referentes, aunque no dejaron nada asentado. Y mucha gente se prende de eso ahora que está reconocido.
Los verdaderos estudiosos y conocedores de la cultura y la lengua en toda la provincia son los músicos. Los músicos y los poetas chamameceros tienen todo el espectro del conocimiento de la lengua y la cultura guaraní. Y el chamamé también es una música orillera. No estaba dentro de las categorías, no vaya a creer. ¿Cómo vas a ir a buscar una literatura de Corrientes en una letra de chamamé? No entraba. No se podía. Y en la escuela, como no lo podían negar del todo, estudiábamos la música del chamamé pero del chamamé en piano. ¡Pero ¿qué?... Si el chamamé es de acordeón y guitarra. ¡No es de piano! Está el buen pianista que toca chamamé, ese figuraba en los textos primarios como autor de tal música, como autor de chamamé. Y tenemos tres o cuatro chamamé reconocidos como música correntina que figuran como capital (cultural), y hay millones de músicos y música en la provincia que tienen una literatura extraordinaria… y no son conocidos. Recién ahora empiezan a salir. Yo no sé si ustedes que son de Buenos Aires pudieron escuchar, por ejemplo, a Teresa Parodi. Ella en sus letras, en sus poemas, tiene un bilingüismo extraordinario. Tiene las palabras precisas, exactas, para definir a un guaraní, sus sentimientos, su dolor, sus proezas. Bueno, ella es por ejemplo una poeta que canta la historia de Corrientes con una perfección increíble. Y cito a ella hablando de los modernos. Pero los músicos chamameceros antiguos… ¡mucho más!

—En un encuentro con un chamamecero de Mburucuyá él hacía referencia a la forma de pronunciar ciertas palabras en la ciudad de Corrientes, decía que no las pronunciaban como correspondía.

—Claro. Hay una realidad sociocultural sobre el bilingüismo. Tanto en Corrientes como en Paraguay, con tal de ganar un lugar dentro de la categoría social, al guaraní se lo castellanizó. Siempre se trabaja con traducción, y siempre se lo pone dentro de una estructura española. Y lo mismo hizo el castellano con el latín: tiene una estructura latina. Y bueno… al guaraní se lo castellanizó.
Tenemos autores de guaraní, de los tiempos jesuíticos, por ejemplo de 1640, con Antonio Ruiz de Montoya que hizo un trabajo extraordinario, valiosísimo, no sólo un diccionario, sino también una gramática, donde él castellanizó la estructura de la lengua guaraní. O sea, conjugó verbos e hizo cosas que no existen realmente, pero él en alguna parte explica… “Hay cosas que no coinciden”. En algún momentito se le van las reglas. Pero lo que no dice es por qué no coinciden. No explica eso. Y lo que sucede es que son dos lenguas que no tienen nada que ver.
Ahora los nuevos estudios dan cuenta de que la lengua castellana, basada en el latín, tiene una estructura propia, occidental, ya viene de allá; y el guaraní es una lengua originaria, con una estructura propia que no tiene nada que ver con el castellano. Entonces cuando quieren explicar algo lo llevan al castellano y no pega. ¡Y no va a pegar nunca!

—Y además son distintas interpretaciones del universo.

—Claro. Pero está esa idea de que si no lo llevás al castellano, siempre va a ser una lengua de segunda. Y no es. Es una lengua de primera. Pero cada una en su propia salsa. Los poemas que están en guaraní puro son una joya, pero no se pueden transcribir al castellano, porque no dicen nada.
Ahora ya tenemos nuestra gramática. Los correntinos tuvimos la suerte de que un correntino sea investigador lingüista. Y se hizo la gramática desde la oralidad. Por ser guaraní hablante, él construyó la lengua desde las ciencias lingüistas. Y ahora tenemos la gramática del guaraní correntino dentro del guaraní, no del castellano.
Este instituto trabaja de esa manera, porque el investigador, de paso les cuento, es mi hermano. Y este lugar es el primero y el único que trabaja de esa manera en la enseñanza del guaraní.
En Corrientes se está enseñando, se está trabajando sobre el guaraní, pero todavía se basa en el guaraní-castellano-latín. Por empezar, quien dicta sus cursos de guaraní en la Universidad de la Cuenca del Plata es un médico paraguayo que sabe guaraní y hace lo que puede, pero tiene que salir de ahí, tiene que mejorar.
El guaraní aquí es dueño de su lugar, de su territorio, de su palabra. Somos los herederos directos de una palabra que nos dejaron nuestros antepasados.
Siempre dicen que la cultura guaraní se estudia como si se tratara de ruinas. Todo lo que es guaraní es ruinas, como dentro de las ruinas jesuíticas: las piedras, la imaginería. Pero ese es el patrimonio tangible dentro de la civilización occidental, o sea la civilización occidental que tomó la mano guaraní y construyó con nombre guaraní otra civilización occidental, eso es lo que quedó como tangible. Las casas de piedra que quedaron son de una civilización barroca occidental, que ahora quedaron con un nombre guaraní: “San Ignacio Miní”, pero la construcción es occidental, es cristiana, es barroca, y sin embargo se estudia como monumento guaraní tangible. Pero guaraní fue solamente la mano. El resto no es guaraní.
Lo que queda como guaraní tangible dentro de las reducciones jesuíticas son algunos rostros de imaginería que se pueden distinguir, que representan la identidad de los propios guaraníes, de sus actores. Pero ellos ni escribieron, ni construyeron monumentos, nada hicieron, sólo bailaron y cantaron… disfrutaron. Y para ellos, la mayor artista era la naturaleza. Y eso se puede encontrar en las palabras. Toda su ciencia está dentro de la palabra, pero eso es muy largo de contar.

—Mi hermano trabajó dentro de la construcción científica de la lengua y yo estoy trabajando (pero no tengo nada escrito todavía) en la construcción de la palabra desde la formación biológica. O sea la formación de cada palabra desde la funcionalidad. Estudio el nombre de los ríos, de las plantas y animales, todo el ecosistema. Y solamente mis alumnos saben, porque justamente lo estoy dando como lo hacían nuestros antepasados, desde la oralidad. Y ahora que tenemos gramática y grafía, escribo y les hago ver que ahí dice tal cosa por tal motivo. Es un proceso lento… pero lo hablo y todavía tengo tiempo y ganas de transmitir y tengo alumnos. Es un camino de recuperación, que seguramente será lento. Una vez me preguntaron: “¿Cuánto va a tardar en recuperar la lengua?” Y le dije: “Tardaron quinientos años en destruirla y no pudieron, tardará quinientos años más en recuperarse”. No hay que apurarse.
Pero la lengua guaraní en Corrientes está viva. Junto al doctor Insaurralde (que es el autor de la ley) hicimos una recorrida por la provincia, por distintos pueblos. En las escuelas, yo les preguntaba a los chicos si alguien sabía guaraní, pero nadie levantaba la mano. Nadie. Entonces yo les decía: “¡Qué lástima que ustedes no sepan cómo se dice víbora en guaraní, que es tan linda y hay tantas por acá, o mosquito…! Y ahí todos levantaban la mano, y todos querían decir, porque todos sabían. Pero cuando yo les preguntaba quién sabía guaraní, nadie decía, porque todavía sigue eso, y en la familia continúa la prohibición.

—Este año termina el tercer curso y tuvimos las prácticas en las escuelas y es una hermosura cómo los niños recepcionan. Primero, que saben un montón; y segundo, que tienen avidez por el conocimiento. A los cursos de inglés no va nadie, porque es optativo, pero con el guaraní estaban todos expectantes, porque es algo que les pertenece. Toda Corrientes está llena de nombres en guaraní, de lugares, ríos, ciudades. Hay gente que no sabe que Paraná es una palabra guaraní.

—¿Y que significa?

— (Se ríe) Es largo… Las toponimias son siempre puntos de referencia. Y cada palabra tiene una funcionalidad. Te indica un hito. Entonces, Paraná es un conducto, una cuenca. El Paraná tiene un principio y un final. Termina en un recipiente grande que es el Río de la Plata, pero desde que nace en los cordones serranos de Brasil, el río que lo origina se llama Paraná-î va?, î es agua y es el que le provee el agua. Paraná-panema es la otra vertiente. Entonces, ¿qué pasa? Según la forma de dónde provee el agua, si es de vertiente, o de surgente, de aguas profundas o de laguna, o de lluvia, dependiendo de la fuente, cada uno va a tener una denominación. Todos los que tienen î son las que recogen agua y “na” es unir, entonces todas las aguas que va recogiendo van a encontrar que tienen î, Paragua-î, Urugua-î, todas esas aguas van a parar a esa cuenca. Entonces el Paraná no es un agua, sino que es un conducto que recoge las aguas y termina en el Río de la Plata, en el mar. Y el Río de la Plata tiene un nombre guaraní que es Guara-î, “gua” es un recipiente, un fondo común. Entonces el Paraná es el que recoge y trae todas las aguas y deposita en ese recipiente todas las î y el Guaraî es el recipiente donde llegan todas las aguas de la zona guaraní, para depositarse luego en el mar que es “Pará”. Entonces Paraná, es el conducto que recoge y une las aguas hacia el mar.
El guaraní tiene una diferenciación en la pronunciación muy importante, la fuerza de la voz en guaraní se utiliza para ir indicando el proceso. Tenemos voces nasales, voces fuertes que indican procesos físicos, o procesos químicos, biológicos… todo está en el sonido. Entonces vos sabés si es de origen físico, químico o mecánico. Pero eso no se enseña en ningún lugar. Yo heredé esto desde la palabra, y como soy profesora en ciencias naturales lo pude incorporar. Pero yo no sabía que lo sabía. Recién ahora lo veo.
“Pa” es un sonido de impacto, un tipo de impacto físico. Y “ará” es un sonido que indica la interrelación de dos materias en un hecho físico donde surge energía. “Pa-ará” es el mar.
(Hace un silencio y todos nos reímos. En verdad era larga la respuesta.)
Pero es en la pronunciación, en cómo se pronuncia donde está ese significado de la palabra. ¿Qué pasa? Hay que ir descubriendo… no como en el castellano, que se toma un pedazo de la palabra, sino que hay que ir asociando las relaciones de materia, energía y vida. Entonces hay sonidos que indican vitalidad; otros indican fuerza, otros indican resistencia. Entonces, cada uno de esos sonidos tiene un saber, que indica desde dónde proviene y a dónde va, o para qué sirve. Por ejemplo, el universo es “ara”. Entonces, ¿qué es el universo? Tiempo. ¿Y el tiempo qué es? Un ciclo. Entonces significa que cuando termina Pa-ará, esa energía que llegó inicia otro nuevo ciclo. Y para que empiece ese nuevo ciclo necesita luz —la energía solar—, para elevarse y comenzar nuevamente el ciclo. Entonces ahí tenés todo el ciclo, el Paranaî-va y el Parana-panema, van al Paraná para terminar en el mar. Pero ahí no termina nada. Ahí recién comienza un nuevo ciclo.
“A”, con voz bocal abierta, es el átomo, la partícula más pequeña, significa el primer movimiento.
Éste es el trabajo que hicieron los guaraníes para transmitir su saber. En la palabra se transmite la medicina, la física… Y así se fueron creando las palabras. Entonces vos decís, por ejemplo, carpincho (en realidad el nombre guaraní es capi-î-bara), y ahí te dice de qué se alimenta, dónde vive y cómo vive.