El Día de los Trabajadores

Hacia fines del siglo XIX, Estados Unidos llevó a cabo su propia Revolución Industrial. Tras la victoria del Norte sobre el Sur, en 1865, el capitalismo se impuso como el único modo posible de producción y de vida. Las ciudades del norte se transformaron en importantes polos de producción que atrajeron desde diversos rincones del mundo a miles y miles de trabajadores. Los obreros se hacinaron en villas miserables en torno a las inmensas fábricas donde trabajaban una incontable cantidad de horas, sin ningún tipo de amparo, garantías ni seguridad. Sólo existía una bondadosa ley que exigía a los patrones el pago de una multa de 25 dólares si obligaban a los obreros a trabajar más de 18 horas diarias sin razón aparente.
Nucleados en sindicatos y organizaciones, los obreros comenzaron a exigir condiciones de trabajo más justas. Entre sus principales reivindicaciones se encontraba la reducción de la jornada laboral, una demanda que en Estados Unidos ya tenía casi 60 años de antigüedad.

Durante el cuarto congreso del masivo sindicato de la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo, realizado en octubre de 1884, sus afiliados resolvieron que a partir del 1 de mayo de 1886, la jornada laboral legal debería ser de ocho horas, caso contrario irían a la huelga. Numerosas organizaciones se sumaron a la propuesta y los dos años siguientes marcaron un período de consolidación de la clase obrera, durante el cual se generaron importantes vínculos de solidaridad y ayuda mutua.
Ante la fuerza creciente de los trabajadores, fue sancionada la Ley Ingersoll, que establecía la jornada laboral de ocho horas. La mayoría de los estados promulgaron leyes que determinaban un límite que variaba entre las ocho y las diez horas diarias de trabajo, aunque en todos los casos se mantuvieron cláusulas que permitían la extensión de la jornada a catorce y hasta dieciocho horas.
Es sabido que la ley no se alimenta de la justicia. En la realidad, la jornada laboral no se redujo y las condiciones de trabajo siguieron siendo infames. La tensión y el conflicto fueron en aumento.
Las vísperas al 1º de mayo de 1886 fueron jornadas convulsivas.
Es sabido que los sindicatos no se alimentan del trabajo. La Noble Orden de los Caballeros del trabajo remitió circulares exhortando a los trabajadores a no iniciar la huelga.
Es sabido que la prensa no se alimenta de la verdad. Numerosos periodistas calificaron a los obreros de locos vandálicos que amenazaban la industria y el comercio, y atentaban contra la prosperidad y el desarrollo del país.
Los trabajadores no cedieron y el 1º de mayo estalló una gigantesca huelga acompañada de agitadas movilizaciones, a la que adhirieron 200.000 obreros, mientras otros 200.000 fueron beneficiados con la exigida jornada de ocho horas.
A mediados de la década de 1880, Chicago era, por su magnitud productiva y enorme población, la segunda ciudad más importante de Estados Unidos. Las condiciones laborales en que trabajaban sus obreros estaban entre las peores del país, razón por cual continuaron las movilizaciones durante los días siguientes.
Es sabido que la Policía nada tiene de público más que el salario, y que sólo responde a intereses privados. El 2 de mayo, las fuerzas del orden reprimieron una manifestación de 50.000 obreros. Al día siguiente se produjo una batalla campal entre trabajadores en huelga de Chicago y un grupo de rompehuelgas que salía de una fábrica. La Policía disparó a quemarropa y seis personas resultaron muertas, mientras muchas otras fueron heridas.
El 4 de mayo los trabajadores salieron nuevamente a las calles para repudiar la represión y continuar exigiendo sus reivindicaciones. Más de 20.000 obreros se concentraron en la plaza Haymarket, donde se desataron nuevos enfrentamientos. La Policía comenzó a reprimir y una bomba de fabricación casera arrojada por los manifestantes mató a un uniformado e hirió a otros tantos. Las fuerzas del orden abrieron fuego contra la multitud y la jornada finalizó con un elevado número de trabajadores muertos y docenas de heridos.
En la ciudad se declaró el estado de sitio y el toque de queda. Durante las jornadas siguientes se organizaron redadas en busca de chivos expiatorios y se realizaron allanamientos fraudulentos con apoyo de la prensa, para mostrar a la sociedad el arresto de los supuestos vándalos que complotaban contra la nación.
En aquellos días fueron encarcelados centenares de trabajadores, sometidos a golpes y torturas, acusados de matar al policía fallecido y de atentar contra el orden y las instituciones.
De todos los detenidos, ocho anarquistas que promediaban los 35 años fueron culpados de todos los males, luego de un juicio que no respetó ni las más básicas normas procesales. La prensa sostuvo la necesidad de ahorcar a los extranjeros.
Tres fueron condenados a cadena perpetua, por enemigos de la sociedad y el orden establecido. Y cinco de ellos fueron enviados a la horca, como amenaza extranjera que se cernía contra la prosperidad de la nación creciente.

Luego de la huelga, miles de trabajadores y líderes sindicales, casi todos inmigrantes, fueron expulsados de las fábricas, encarcelados, golpeados y torturados. Pese a todo, los obreros lograron la conquista de las ocho horas de trabajo.
Actualmente, el primero de mayo de cada año se conmemora el Día de los Trabajadores en honor a los mártires de Chicago. Sólo hay dos países de Occidente que no asumen el deber del homenaje: uno es Inglaterra. Y el otro, Estados Unidos.
La fórmula del desarrollo capitalista sigue vigente. Orden y progreso: unos deben mantenerse en orden, para que otros gocen el progreso.
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